viernes, 11 de julio de 2008

Enfermos

Muchos de nuestros políticos están enfermos de odio y resentimiento, se puede comprobar esto cuando oímos o leemos sus discursos en la Cámara de Diputados y en los reportajes periodísticos que les realizan.
Cuando se discute sobre un tema pierden tiempo hablando sobre lo que hizo o dejó de hacer el otro, sin abocarse a la discusión puntual que los ha reunido, ya sea en el ámbito de la Cámara o en un estudio televisivo. Se demonizan, se descalifican. Esta obsesión por recordar el pasado y remover viejas reyertas y antinomias, no ayuda en absoluto y tiende a profundizar los desencuentros entre una población ávida de paz y concordia.
El abrazo de Eduardo Buzzi con Agustín Rossi, en lugar de ser aplaudido como un ejemplo de civismo y convivencia, se lo critica. No piensan igual, defiende intereses distintos, o talvez los mismos con posiciones o visiones distintas, pero no por eso tienen que repudiarse y ser enemigos.
Debemos aprender y curarnos de una vez por todas la enfermedad del odio y del resentimiento, mirar al presente y el futuro con esperanza de unión como pueblo civilizado. Cada uno desde su lugar, sin renegar de sus pertenencias ideológicas o partidarias, pero considerando siempre que en la diversidad se pueden lograr los consensos y que quien no piensa como nosotros no es nuestro enemigo.
Alguien escribió que con la Sociedad Rural no se puede consensuar. Error. No se podía consensuar cuando había un poder militar que apoyaba los reclamos de ese sector, pero hoy eso no existe y dicha Sociedad no tiene otro camino que avenirse al consenso o quedar aislada y relegada. La política deberá poner las reglas para no permitirle a éste ni a ningún otro sector tener el control económico, que tanto nos perjudicó y nos siguen perjudicando.
La sociedad en general no quiere más estar dividida, ¿quien no cuenta entre sus amistades con personas que no piensan igual políticamente? Hablamos, discutimos, pero tratamos siempre de unirnos en una idea común para lograr una mejora en nuestro barrio o para la sociedad de fomento a la que pertenecemos. No hablamos de política sectorial, ni le preguntamos a nuestro vecino donde estaba en los 70 o en los 90, cuando tenemos que arreglar un desagüe, una vereda o una calle.
Nuestros políticos (representantes) deberían saber que a nadie le interesa lo que hicieron en el pasado, pero sí lo que harán en el futuro y cómo lograrán mejorar el estándar de vida de la población.
Este comentario no implica que debamos olvidar las atrocidades cometidas por los golpistas del siglo pasado, estos deben ser repudiados y castigados con todo el peso de la ley, para que nunca más a nadie se le cruce por la cabeza la posibilidad de solucionar sus problemas con un golpe de estado.

Eduardo Montarcé

No hay comentarios: