domingo, 8 de enero de 2017

Menores en Conflicto

Ley de Menores
En estos días se ha comenzado a hablar nuevamente de la baja en la edad en la imputabilidad de los menores en conflicto con la ley, o mejor dicho que delinquen. 
Una ley que trate solamente la edad no representa nada sino va acompañada de una batería de medidas que contemplen la situación socioeconómica, el entorno familiar y social del menor en cuestión, como así también las penas a aplicar, que no pueden ser iguales a las aplicadas a un mayor y el lugar de detención, que no puede ser un depósito de castigo.
En el caso que la pena aplicada sea de restricción de la libertad, ésta debe llevarse a cabo en un lugar donde al joven se lo trate con respeto y consideración, con personal altamente capacitado que lo eduque, le de contención, estudio y algún oficio, que le sirva para rehabilitarse e incorporarse a la sociedad con posibilidades buenas de futuro.
Hay quienes dicen que tratar una ley sobre la minoridad no es muy relevante porque en las estadísticas los delitos cometidos por ellos no representa más de un 5%, pero lo que no tienen en cuenta es que ese porcentaje no es un número, sino un joven que necesita atención y una protección que él y la sociedad necesitan. Hay que tener en cuenta que quien delinque independientemente de la edad, representa un peligro para sí y para terceros, por lo tanto debe ser apartado para su resocialización.
Sin dudas los jóvenes no son los culpables de haber llegado a esta situación, los culpables somos los mayores y un Estado que durante muchos años fue dejando en el abandono y la miseria a una cantidad importante de ciudadanos, sin prestar buena educación, salud y viviendas adecuadas. La falta de trabajo, la marginalidad junto a la droga ha producido un coctel explosivo imposible de controlar.
La ley de minoridad que hoy se aplica es mala por donde se la mire. Todo queda en manos de un juez que determina según su antojo, si el menor que ha delinquido es entregado a sus padres (que en muchos casos son familia de delincuentes) o resguardado en lugares que en lugar de resocializarlos les enseña un master en delincuencia. En ninguno de los casos el menor es escuchado y no tiene la mínima posibilidad de una defensa. Repito queda en las manos de un señor que desde su escritorio y de acuerdo a como se levantó ese día o la cara del chico determina su destino. 
 Por lo expuesto es que creo que hace falta una ley que trate este tema integralmente, para que los jóvenes que delinquen tenga la posibilidad de una buena defensa y puedan ser resocializados, para el bien de ellos y de la sociedad en su conjunto. En cuanto a la edad, hay que tener en cuenta que hoy los chicos comienzan a delinquir muy tempranamente y creo que tomar como base una edad de 14 años no estaría alejado de la realidad.
Por último quiero contar un caso que conozco. Se trata de un chico que a los diez años ya salía a robar, cualquier cosa, lo que fuera, al poco tiempo andaba armado y asaltaba para robar un bolso, un celular o una moto. A los 12 años lo detuvo la policía con una moto que había robado a punta de pistola, le quitaron la moto y el arma y se lo entregaron al padre, que dicho de paso vende drogas. Así siguió su vida, de robo en robo y de la policía a la casa, hasta que un día cuando ya tenía 15 años, en un asalto hirió de gravedad a una persona y el juez lo internó en el instituto de La Plata de donde a los pocos días se escapó. Así siguió libre hasta los 19 años en que mató a tiros a un hermano suyo cuando éste estaba esperando en la puerta de un comercio para que lo atendieran. Lo terminaron deteniendo como al año en un asalto para robar un coche. Es bueno decir que siempre estuvo o en la casa del padre o en lo de la madre y la policía nunca lo encontró. Ahora está purgando una pena de 25 años.
Si a ese joven lo hubieran internado en su momento en un lugar cerrado y con el tratamiento adecuado, quizás no hubiera asesinado a nadie, se hubiera reencausado y no estaría preso, de donde con toda seguridad saldrá peor.

lunes, 16 de diciembre de 2013

DÉCADA GANADA EN DESORDEN

Cuando desde la más alta magistratura se fogonea y avala el corte de un puente internacional por extenso tiempo; cuando se permiten cortes de calles por grupos de personas que lo hacen por cualquier tipo de reclamo sectorial; cuando se admite tomar y destruir una comisaría o cualquier oficina pública; cuando la policía encargada de velar por la seguridad y el orden no pueden acceder a ciertos barrios porque son atacados por sus pobladores sin que se les permita defenderse; cuando cualquier individuo o grupos pueden destruir el patrimonio público sin consecuencia punitorias; cuando los delincuentes se han apoderado de las calles y las personas honestas deben permanecer tras rejas de contención y con todo tipo de cuidados para no ser robados y maltratados; cuando los traficantes de drogas peligrosas viven en mansiones suntuosas y viajan en autos de lujo, mientras los trabajadores ganan sueldos de supervivencia; no se puede esperar otra cosa que lo sucedido recientemente con los robos masivos y saqueos generalizados.
El gobierno y gran parte de nuestra dirigencia política confunde lo que es “orden” con “represión” y coloca los derechos de quienes protestan o delinquen sobre los derechos de quienes pacíficamente, solo quieren trabajar, vivir en paz y con tranquilidad. Cuando los derechos de la mayoría son pisoteados por una minoría o sectores, que al margen de la ley reclaman y el Estado no ordena (por orden) esos reclamos, se produce el descontrol y la anarquía.
Cuando la Señora presidente dice que el interés de los amotinados (policías y algún otro sector) es tratar que la población ciudadana crea que no se puede vivir en democracia y que es mejor otro sistema como el vivido en los 80, tiene razón, no porque sea el motivo primero de las fuerzas policiales sino porque con el correr de estos últimos treinta años la dirigencia política ha demostrado su incapacidad para combatir el delito y el desorden público. Cualquiera puede hacer lo que quiera impunemente, desde los más altos cargos hasta las hordas de jóvenes que roban y saquean en los barrios periféricos a las familias más desprotegidas.
Los vendedores de estupefacientes pululan libremente por todos lados, no hay barrio que no tenga dos o más lugares donde se venda y quienes deben reprimir o controlar este delito, actúan mal, fuera de tiempo y muchas veces con complicidad.
Para agravar la situación y el enojo de los ciudadanos, vemos como nuestra presidente baila y toca el tambor mientras en el país morían más de una docena de personas. Y para no ser menos el ministro de seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hacía abrir la cancha de Boca y jugaba un “picadito” con otros funcionarios importantes, mientras la hinchada y la chusma de ese club destruía el micro centro de la ciudad de la cual ellos son responsables.
Por lo expuesto, no nos debe extrañar, que no bien se retira la fuerza pública de su tarea los delincuentes (que son muchos más de lo que se cree) salgan a cometer sus desmanes y lo hagan con bastante organización. Es su forma de vida, de la misma manera que los trabajadores se organizan para defender sus derechos, ellos lo hacen par cometer sus ilícitos.
Lo que la Señora presidente debe tener bien en claro es que a pesar de todo lo que expongo aquí y por más que se esfuercen los minúsculos sectores que quieren regresar a una dictadura, la gran mayoría de los ciudadanos sabemos que por mala que sea esta democracia es infinitamente mejor que aquella y defenderemos como podamos y desde nuestro lugar esta forma de gobierno conseguida con mucho esfuerzo y sangre.

Pero deben entender nuestros gobernantes que “orden” no es lo mismo que “represión” y actuar contra los revoltosos de forma enérgica no es otra cosa que restituir la paz social.   

viernes, 8 de noviembre de 2013

¿VIVIMOS EN UNA VERDADERA DEMOCRACIA?

La democracia no es solo votar, también es participación ciudadana. Es la construcción de partidos políticos donde sus dirigentes sean elegidos por sus afiliados y adherentes. Pero eso no se da, y los ciudadanos vemos con bronca y estupor como quienes se llenan la boca hablando del cambio en la política, de inclusión y participación ciudadana, cuando llega el momento de las candidaturas (las que deberían ser el reflejo de elecciones internas) se reúnen entre cúpulas que nadie o muy pocos eligieron para conformar las mismas y bajan líneas que los militantes (afiliados y adherentes) tienen que acatar sin poner reparo alguno.
Hay honrosas excepciones, como es el de las elecciones internas hechas por el FAP marplatense y UNEN en Capital Federal.
Esto mucho más se complica cuando de las más altas esferas del gobierno se advierte que si pierden la elección legislativa y no conservan la mayoría parlamentaria se atenta contra la democracia.
Esto es una barbaridad. La Constitución que es sabia determina la división de poderes y uno de ellos es el Poder Legislativo. Decir que no se puede gobernar si no se tiene mayoría parlamentaria y que eso atentaría contra la democracia es ignorar lo que es “democracia” y esas aseveraciones en si mismas son un atentado contra ella.
La democracia no debería ser una enunciación vacía, debería ser una práctica común y constante de todos y cada uno de los ciudadanos del país.
En un gobierno elegido en elecciones libres que se diga que el Congreso puede ser un impedimento para gobernar, es darles la razón a los gobiernos dictatoriales o de facto.
Si para realizar un buen gobierno se necesita un Congreso adicto ¿para qué sirve? ¿Para escribanía del Poder Ejecutivo?
Para eso que reformen la Constitución y que lo anulen, así quedan solo dos poderes y nos ahorramos los enormes gastos que nos infringe.
La mayoría de nuestros políticos han perdido el rumbo, se creen los dueños de nuestras vidas y nuestros bienes. Se dirigen al ciudadano como si le estuvieran hablando a enfermos mentales. Mienten descaradamente.
La palabra de un político vale menos que nada, ayer era liberal, hoy es de izquierda y mañana no se puede saber que será, pero lo que es seguro que siempre estará entre los que viven de nosotros y muy lejos… muy lejos del trabajo real.
Se postulan para cargos que luego de elegidos no cumplen o no piensan cumplir. Gobernadores que se postulan para diputados, intendentes para concejales, pero que anticipan que seguirán en sus cargos sin asumir para lo que se hacen votar.
Otros que han asumido cargos para los que fueron votados hacen tan solo un año y medio, renuncian para postularse a otro cargo por cuatro años el que tampoco finalizarán.
Ahora votamos legisladores. Votamos hombres y mujeres por su cara, si habla bien o si nos agradó cuando estuvo en televisión ¿y las propuestas?... Bien gracias.
¿Será que nos tenemos que resignar a este sistema? ¿O será como dicen algunos que todo explotará?
Si todo explota, si tenemos suerte, tal vez la explosión haga desaparecer a todos estos mantenidos y surja de los escombros los brotes de una nueva política o, mejor dicho, el embrión de nuevos políticos, que nos encaminen positivamente a una real y verdadera democracia, donde surjan autoridades elegidas por las bases de una sociedad comprometida y con amplia participación.
De lo único que tenemos que alegrarnos es que por más desaguisados que cometan nuestros políticos, nunca más nadie golpeará las puertas de los cuarteles para hacer el cambio y los que aún piensan en eso, son una minúscula minoría repudiada por todos los argentinos bien nacidos.
El cambio se tendrá que ir operando poco a poco y desde las urnas.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Denuncia contra el ANSES

DENUNCIA CONDUCTAS TIPIFICADAS EN EL ART. 248 DEL CÓDIGO-PENAL Señor-Juez:
                                   JOSÉ LUCAS MAGIONCALDA, abogado Tº 62 Fº 671 del CPACF, constituyendo domicilio en Lavalle 1773, 6º “C”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a V.S. me presento y respetuosamente digo: I. PERSONERÍA: Conforme lo acredito con la copia de poder que adjunto y firmo, declarando bajo juramento que el mismo es fiel a su original, soy apoderado de CIUDADANOS LIBRES POR LA CALIDAD INSTITUCIONAL ASOCIACIÓN CIVIL, con domicilio social en Lavalle 1773, 6º “C”, Ciudad de Buenos Aires. 
II.OBJETO: Que por expresa instrucción de mi mandante, vengo a presentar denuncia por la conducta tipificada en el art. 248 del Código Penal (incumplimiento de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad) contra el Director Ejecutivo de la ADMINISTRACIÓN NACIONAL DE LA SEGURIDAD SOCIAL, Lic. DIEGO BOSSIO, y contra todo otro funcionario que hubiese intervenido en los hechos que se describen seguidamente: III. HECHOSSegún informa el diario Clarín en nota periodística firmada por el Periodista Ismael Bermúdez, de fecha 13/11/2011(http://www.ieco.clarin.com/economia/Gobierno-explica-pago-millones-jubilados_0_809919045.html)la ANSES estaría abonando los beneficios con una quita de 3 puntos en el incremento de haberes previsionales que debería correr a partir del mes de setiembre de 2012, por aplicación de la denominada ley de “movilidad jubilatoria” Nº 26.417. En la mencionada nota periodística se sostiene que: “Esta diferencia de 3 puntos en el aumento a los jubilados equivale a $ 6.000 millones anuales que dejan de cobrar 5,7 millones de jubilados y pensionados y 1,3 millón de pensiones no contributivas . En promedio, son $ 857 menos por año por jubilado o pensionado.” Asimismo, sostiene el periodista Ismael Bermúdez que: “Al menos cinco consultoras y especialistas en temas impositivos y de Seguridad Socialconfirmaron a este diario que la fórmula de movilidad de septiembre arroja más del 14% . Esos estudios coincidentes son de Guillermo Jáuregui, Claudio Lozano, Nadin Argañaraz, la consultora ACM e IDESA.” Por otra parte, el Sr. Defensor de la Tercera Edad, Dr. Eugenio Semino, requirió oportunamente a la ANSES que informara cómo llegó al cálculo del 11,42% de aumento, cuando en realidad, debería haber llegado al 14, 4%. Pese  a haber transcurrido el plazo legal, aún no se ha dado debida respuesta a este pedido, lo cual es indicativo de la mala fe con la que está actuando el funcionario denunciado. IV. EL DERECHO: Los hechos precedentemente descriptos se enmarcan en la tipificación que establece el art. 248 del Código Penal que expresamente establece: “Será reprimido con prisión de un mes a dos años e inhabilitación especial por doble tiempo, el funcionario público que dictare resoluciones u órdenes contrarias a las constituciones o leyes nacionales o provinciales o ejecutare las órdenes o resoluciones de esta clase existentes o no ejecutare las leyes cuyo cumplimiento le incumbiere.” En efecto, la ley 26.417 establece la fórmula de cálculo que debe seguirse para calcular el incremento de los haberes previsionales yla Resolución 6/2009 del Sr. Secretario de Seguridad Social del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, reglamentariamente dispone criterios que pacíficamente venía siguiendo la ANSES para el cálculo de los incrementos previsionales. En consecuencia, el incumplimiento de dicha fórmula, al momento de calcular los haberes, no sería otra cosa que el incumplimiento de una ley de la Nación por parte del funcionario público obligado a cumplirla. En este caso, el DIRECTOR EJECUTIVO DE ANSES, Lic. DIEGO BOSSIO es responsable por la forma en que se han liquidado las prestaciones previsionales que, desde setiembre de 2012, no se ajustarían a lo que marca la legislación vigente. Ello, sin perjuicio de destacar, la posibilidad de que funcionarios de inferior o superior jerarquía que, por acción u omisión, podrían haber intervenido en el incumplimiento de la norma legal citada. V. SUGIERE MEDIDAS PROBATORIAS: Sugiero se cite al Sr. Defensor de la Tercera Edad, Dr. Eugenio Semino, a Guillermo Jáuregui, Claudio Lozano, Nadin Argañaraz y a los representantes de ACM, con domicilio en Av. Roque Saenz Peña 740 6B, C.A.B.A. e IDESA, con domicilio en Montevideo 451, Piso11, a fin de que ilustren al tribunal respecto del cálculo de incremento en haberes previsionales que debió haberse aplicado a partir de setiembre de 2012. VI. PETITORIO: Por todo lo expuesto, solicito se investiguen las conductas descriptas en el presente y se sancione a sus responsables. Proveer de conformidad. SERA JUSTICIA

sábado, 27 de octubre de 2012


REVISANDO LA DEMOCRACIA DELEGATIVA
Guillermo O’Donnell
Enero 2010
I.INTRODUCCIÓN
Publiqué mis reflexiones sobre la “democracia delegativa” (en adelante DD) por primera vez en portugués, en 1991.[1] Tenía entonces en consideración los gobiernos de Menem (Argentina), Collor (Brasil) y la primera presidencia de Alan García (Perú). Tracé algunas características que aún me parecen válidas de lo que llamé en esos textos “un nuevo animal” que estaba surgiendo en nuestra región; pero otras características del tipo propuesto y de su posible dinámica estaban en esa época vinculadas a las políticas (llamadas) neoliberales que se impusieron en esa época, que determinaron que esos gobiernos (así como algunos que lo sucedieron poco después, especialmente Fujimori) aplicaran políticas que afectaron duramente su popularidad. Actualmente, ya en el siglo XXI, han emergido los que a mi entender son nuevos casos de DD —los gobiernos Kirchner en la Argentina, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, García en su nuevo mandato en Perú, Chávez en Venezuela (aunque ver abajo acerca de deslizamientos hacia el autoritarismo) y Uribe en Colombia. En contraste con los casos de décadas precedentes, los gobiernos recién listados han gozado de dos ventajas: una, la gran expansión de la economía internacional que favoreció notoriamente las exportaciones latinoamericanas; otra, el debilitamiento de las ideas neoliberales y de las instituciones que las propiciaban (y a veces imponían).
Ambos factores hicieron posible que en los casos recientes se adoptaran, en contraste con los anteriores, políticas económicas y sociales fuertemente expansivas –del aparato del estado incluido--, que dieron un fuerte respaldo inicial a los respectivos gobiernos, aunque cabe agregar que esa bonanza ocurrió con independencia de que se tratare o no de un caso de DD. Pero, como sabemos, la crisis económico-financiera desatada a partir de la segunda mitad de 2007 disminuyó el “viento de cola” de la economía internacional y presenta actualmente (comienzos de 2010) varios interrogantes acerca de su continuidad respecto de los productos exportables de estos países y sus futuros precios. A la consiguiente crisis de estas DD, o al menos una difundida puesta en duda acerca de los expansionistas “modelos de desarrollo” precedentes, se han sumado importantes factores más propiamente políticos y domésticos que hacen a características propias de las DD y sus modalidades de funcionamiento, a las que me refiero abajo. Esta conjunción de factores ha llevado actualmente a situaciones que han alimentado vigorosamente tendencias autoritarias ya existentes en el comienzo de algunos de estos casos (Venezuela y Colombia) o a una creciente sensación de crisis e incertidumbre, acompañada de preocupantes transgresiones legales e institucionales (Argentina y Ecuador).
En parte por la espectacularidad que han tenido en el pasado no pocas decisiones de estos gobiernos, y en parte por la sensación de crisis que los afecta actualmente, se despertó recientemente un renovado interés, no sólo en círculos académicos, por el concepto de la DD. Fue así como Osvaldo IazzettaI, con la valiosa cooperación de sus colegas de la Universidad Nacional de Rosario organizaron en esta ciudad, en Octubre 2009, una jornada de discusión sobre el tema. Esa jornada mostró la complejidad del mismo y el acuerdo de los participantes continuar en su indagación desde sus áreas de conocimiento teórico y empírico. Este es el origen del futuro volumen, del que el presente texto es un anticipo para el CPA.

II.UNA CARACTERIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA DELEGATIVA.
Comienzo con una caracterización de la DD; aquí enuncio aspectos básicamente estáticos, dejando para la sección IV los dinámicos.
A. La DD expresa y ejecuta una manera de concebir y ejercer el poder político, sustentada por algunos presidentes y colaboradores; suele ser compartida, al menos temporariamente, por importantes franjas de la opinión pública.
B. Es democrática por dos razones principales. Una es su legitimidad de origen, es decir su surgimiento de elecciones razonablemente limpias y competitivas. La otra es que durante ella se mantienen vigentes ciertas libertades política básicas, tales como las de expresión, reunión, prensa, asociación y movimiento (pero ver abajo algunas salvedades).
C. No es por lo tanto ajena a la tradición democrática, pero es menos liberal y republicana que la democracia representativa. Esto implica no reconocer los límites constitucionales/legales de los poderes del estado que, aunque de diferentes maneras, esas dos corrientes postulan. La tendencia resultante de la DD a la transgresión o extra-limitación de las fronteras institucionales legalmente establecidas, y se agudiza en situaciones de crisis de las que me ocupo abajo.
D. Es por ello mismo fuertemente mayoritaria. Consiste en generar, por medio de las elecciones arriba referidas, un líder que se erige por (en principio) un período determinado, en el principal intérprete, si no la encarnación, de los principales intereses de la nación.
E. La concepción básica, que se expresa repetidamente por el líder y sus seguidores, es que la elección da al presidente/a el derecho, y la obligación, de tomar las decisiones que mejor le parecen para el país, sujeto sólo al resultado de futuras elecciones presidenciales.
F. En consecuencia, esta auto-concepción y las prácticas de poder resultantes consideran un estorbo indebido la “interferencia” de instituciones que ejercen diversos aspectos de control sobre el poder ejecutivo, incluyendo los otros dos grandes poderes del estado constitucional (legislativo y judicial), así como las diversas instituciones de accountability horizontal[2] que ha ido incorporando la legislación moderna (auditorías generales, fiscalías generales y especializadas, defensores del pueblo y semejantes). Esto lleva a esfuerzos por anular, cooptar y/o controlar esas instituciones; el éxito de estos intentos depende de relaciones de fuerza, variables de caso a caso y dependiendo de períodos. Esta es una de las razones por las que los presidentes DD no son omnipotentes, aunque extreman esfuerzos por serlo
G. Asimismo esta concepción lleva a que la manera típica de adopción de políticas públicas sea abrupta e inconsulta; trata de no pasar por los filtros de otras instituciones, aunque el grado en que lo logra depende también de casos y períodos, además que inevitablemente se encuentra –para la toma de esas decisiones y su implementación— con diversas relaciones fácticas de poder. Pero esos encuentros suelen realizarse, por la razón ya indicada, mediante relaciones nula o escasamente mediadas institucionalmente.
H. Más globalmente, esta auto-concepción expresa la idea de que el presidente es la encarnación, o al menos el más autorizado intérprete, de los grandes intereses de la nación. En consecuencia, el líder se siente –y suele insistir en decirse— colocado por encima de las diversas “partes” de la sociedad.
I. Lo anterior incluye a los partidos políticos, vistos como expresión sólo parcial de esos intereses. De ahí que el/la presidente DD sea movimientista: lo que dirige no es un partido o una facción sino un movimiento que contiene o expresan uno o más partidos y diversas organizaciones sociales y/o para-estatales, pero no reducible a ellos.
J. Puede expresar diversas orientaciones ideológicas. La mayor parte de los casos pertenece, más o menos vagamente, a la izquierda. Pero Uribe muestra que bien puede haber una DD de derecha (y Fujimori antes); en el caso de los Kirchner, ellos flotan en un espacio indefinido por estos parámetros.
Dados los trazos propuestos, un problema que obviamente se plantea es el de los parecidos de familia de la DD con otros tipos de régimen político. Uno es respecto de la democracia representativa, con la cual he señalado características que la diferencia de la DD, aunque ambas pertenecen al género de la democracia. En este sentido, hay distinciones importantes entre la “delegación representativa” implicada por la última (tal como lo planteé en mi texto originario sobre la DD, señalando que por supuesto la representación entraña un componente de delegación para el ejercicio de la respectiva autoridad) y la “delegación plena” implicada por la DD, en la que en principio no quedan los componentes de accountability y de interrelación institucional implicados por la representación democrática. Esto, aunque la democracia representativa y la DD no son opuestos polares (aunque sólo fuere porque pertenecen al género “democracia”) me parece que basta para diferenciarlas.
Este tema plantea el del parecido de familia de la DD con el populismo. Para empezar, aunque algunos populismos han tenido, aunque en muchos casos temporariamente, forma democrática, la gran mayoría ha sido autoritaria, ya directamente por provenir de algún golpe de estado o por basarse en elecciones que no fueron limpias ni competitivas. Además, conviene recordar que en la concepción clásica, y mi modo ver correcta, de la sociología latinoamericana el término se aplicó a situaciones en las que se produjeron procesos de expansión económica y del papel del estado, junto con ingresos a la arena política de sectores y clases sociales antes excluidos, bajo la dirección de un estado que intentó controlar verticalmente esa incorporación. Por ello la situación económica y el papel del estado en el período inmediato anterior a la emergencia de las DD fueron muy diferentes de los arriba comentados, además de que los procesos de incorporación política estaban básicamente cumplidos estos países, aunque el resultado fue una ciudadanía socialmente fragmentada y políticamente alienada.
III.FACTORES PRÓXIMOS QUE PARECEN PRODUCIR, O FACILITAR LA EMERGENCIA DE LA DEMOCRACIA DD.
Las DD suelen surgir de graves crisis, pero no todas estas crisis producen DDs. Pero, ¿qué tipo de crisis? Primero, son crisis a nivel nacional. Segundo, pueden ser de tipo socioeconómico (la mayor parte de los casos) o bien resultado de una prolongada y abarcante situación de guerra interna entre facciones organizadas (Colombia-Uribe) y, a veces, de la combinación de ambos factores (Perú-Fujimori). Tercero, en todos los casos son también profundas crisis políticas, incluso del papel y capacidades del estado; estas crisis ayudan la eclosión de las anteriores y a la vez son realimentadas por ellas.
Esas crisis no resultan sólo de datos objetivos. También dependen, al menos en cuanto a su profundidad y consecuencias, del grado en que son consideradas como tales por buena parte de la opinión pública, hasta el punto de convencerse de que se irá agravando inevitablemente si no se producen cambios drásticos en la conducción de los asuntos nacionales. Finalmente, para que la crisis desemboque en una DD también hace falta que aparezca un (o más) líder que se ofrece como quien puede y sabe cómo resolverla, y en base a ello gana elecciones o revalida la posición de gobierno que ya tiene. Ese líder puede tener éxito electoral porque se presenta, y en su momento es creído por una cantidad suficiente de votantes (mayoría o no) como un verdadero salvador: él va a rescatar la nación de sus padeceres y reconducirla a su verdadero destino. La gestión de estos líderes, y la propia autoconcepción de su papel, quedan atadas a esta promesa de salvación.
Un tema más complicado es el de las razones históricas y estructurales que facilitan o promueven la emergencia de DDs. (Nota: hago rápidas referencias a este complejo tema porque será abordado por otros coautores del futuro libro, más capacitados que yo para hacerlo) Respecto de las primeras, hay una correlación que salta a la vista: todos los países que tienen o han tenido DDs. han tenido importantes momentos y/o movimientos populistas. La excepción es Colombia; tal vez la experiencia particularmente prolongada de una guerra interna que afecta, directa o simbólicamente, la vida cotidiana de casi todos, haya bastado para generar una demanda de salvación semejante a la de los otros casos. Asimismo, no sería imposible que una sensación de generalizada inseguridad personal ayude a alimentar la sensación de crisis y, con ello, colabore con la emergencia de una DD. Por contraste, los países que cuentan, y se enorgullecen de contar con una larga tradición de democracia representativa (Costa Rica, Chile y Uruguay, a pesar de las brutales interrupciones autoritarias en los dos últimos), parecen sólidamente vacunados contra la DD.[3]

IV.ACERCA DE LA DINÁMICA Y TENDENCIAS DE CAMBIO DE LA DEMOCRACIA DELEGATIVA.
Estos líderes a veces fracasan de entrada (Collor en Brasil, la primera presidencia de García en Perú y Velasco Ibarra varias veces en Ecuador), pero otros logran superar la crisis, al menos en sus aspectos más notorios y preocupantes para buena parte de la opinión pública. De allí ellos comienzan una trayectoria que me parece tiene ciertos rasgos típicos, que en la presente sección intento caracterizar.
Estos líderes emprenden una gran causa, la salvación de la patria, y en la medida que superan (o alivian significativamente) la crisis logran amplios apoyos. Son sus momentos de gloria: no sólo pueden y deben decidir como les parece; ahora ese apoyo les demuestra, y debería demostrar a todos, que ellos son quienes realmente saben qué hacer con el país. Respaldados en sus éxitos, los líderes DD avanzan entonces en su propósito de suprimir, doblegar o neutralizar las instituciones que pueden controlarlos.
Algunos de estos presidentes, como Kirchner y Menem en su momento, tuvieron la gran ventaja de lograr mayoría en el congreso. Sus seguidores en este ámbito repiten escrupulosamente el discurso delegativo: ya que el presidente ha sido electo libremente, ellos tienen el deber de acompañar a libro cerrado los proyectos que les envía “el gobierno”. Cometen entonces la mayor abdicación posible de una legislatura: conferir (y renovar repetidamente) carta blanca a las iniciativas del poder ejecutivo y, por si ello fuere poco, también poderes extraordinarios al mismo. Cierto, esa abdicación conviene al oportunismo de no pocos de estos legisladores: pueden invocar su obediencia para eximirse de implicaciones de la legislación que “tienen” que aprobar o delegar, así como en el futuro, si así les conviene, abjurar de la misma invocando su escasa cuota de responsabilidad en la misma -–en la Argentina, el pasaje de cerrado apoyo a políticas de Menem al no menos cerrado apoyo a políticas de las presidencias Kirchner, algunas de ellas diametralmente opuestas, incluso por quienes ocuparon posiciones de liderazgo parlamentario durante ambos períodos, es ejemplo de esto.
Los presidentes DD han nacido de la crisis y en un sentido siguen viviendo de ella. Incluso cuando la sensación de la crisis ha disminuido, intentan constantemente reavivarla, con la severa advertencia de que si se abandona el camino que proponen, ella resurgirá, seguramente agudizada. El lenguaje de la crisis –la pasada y la que se dice vendrá si se abandona el camino emprendido-- es una constante de estos discursos, sobre la que se basa la proclama necesidad de contar con poderes extraordinarios, así como la hostilidad a los “estorbos” que plantean las instituciones de control y de accountability.
La invocación de la crisis y del consiguiente papel salvacionista del líder DD se articula con otros elementos fundamentales del marco de significación de su discurso. Si venimos de tamaña crisis es porque ha habido actores políticos y sectores sociales --que tienen grandes poderes y de alguna manera han participado de gobiernos anteriores-- que son responsables por ella. Este argumento tiende a dividir, dicotomizando, el campo político: hay quienes están “a favor del país” y quienes, por su pasado y las posiciones que mantienen, estaban y, salvo clara prueba en contrario, siguen estando en contra del país, de sus verdaderos intereses. De allí a definir Schmittianamente la política como guerra entre amigos y enemigos hay un paso.
La aducida vocación salvacionista no puede sino decir que convoca el apoyo de lo mejor, más auténtico de la nación. Esto hace del movimiento el vehículo adecuado para el líder, ya que no hay “parte”, sea política o no, que pueda hacer eso. Esto expresa y refuerza la visión dicotómica arriba mencionada y, junto con ello, el papel del líder como encarnación, o al menos el mejor intérprete posible, de los magnos intereses nacionales en juego. Esta dicotomización condenatoria ya está presente en el origen del marco de significación del discurso DD, pero no llega a ser agresivamente manifiesta hasta que estos gobiernos entran en crisis—tema del que me ocupo en la sección siguiente.
Este discurso y sus consecuencias prácticas ponen en juego, además de la horizontal, otro tipo de accountability, la social, útilmente analizada por E. Peruzzotti y C Smulovitz. En realidad, en estos casos no se trata tanto de la accountablity “desde abajo” analizada por estos autores, como de los “controles verticales” que ha destacado Gabriela Ippolito-O’Donnell en un trabajo reciente. El líder busca movilizar apoyos desde la sociedad; ellos, por la tendencia anti institucional de las DD, suelen expresarse de maneras informales, sin perjuicio del esfuerzo de los líderes DD por encuadrarlos –de aquí surgen movimientos de diverso tipo –incluso, peligrosamente, amenazantes brigadas— que, mientras dura cierta bonanza económica, proclaman incondicionales lealtades. Otro aspecto muy importante en el que se pone en juego la accountabiliy social es con los medios de comunicación; mientras dura esa bonanza los líderes DD esperan -–y exigen de diversas maneras— que los medios participen de las consiguientes aclamaciones. Más tarde, cuando estos gobiernos entran en crisis, no pocos de esos medios aparecen como la principal correa de transmisión de diversos descontentos; se los percibe como un grave atentado a la continuidad de la gran tarea de salvación que aquéllos han emprendido. De allí diversos pero insistentes esfuerzos por controlar o hasta eliminar esos medios, incluso a alto costo de opinión doméstica e internacional. Esta, no casualmente, es otra constante de las DD.
La DD también implica una manera de gobernar, no exclusiva pero típica de ella. El líder es un personaje básicamente solitario; esto tal vez corresponda a características psicológicas de estas personas, pero creo que también se puede afirmar es que es derivación directa de su concepción del poder que ejercen. El salvador de la patria que sabe mejor que nadie qué es lo que se debe hacer difícilmente pueda tener aliados; tiene simples colaboradores en su círculo directo y, con otros, coincidencias ocasionales que pueden ayudarlo a conseguir ciertos objetivos. Respecto de los primeros, ellos deben ser obedientes seguidores que no pueden adquirir peso político propio, anatema para el poder supremo del líder. Tampoco tienen en realidad ministros, ya que ello implicaría un grado de autonomía e interrelación entre ellos inaceptable para estos líderes. Chávez, Correa, García y los Kirchner (y en sus tiempos Fujimori) tienen impresionantes records de despedir abruptamente colaboradores directos y ministros, y arrojarlos al infierno de los “traidores”.
Asimismo, el líder suele necesitar el apoyo electoral y/o legislativo de otros partidos políticos. Pero ellos tampoco pueden ser verdaderos aliados; su a veces ostensible oportunismo los hace poco confiables y el propio hecho de que sean otros partidos muestra al líder que tampoco lo son para acompañarlo plenamente en su tarea de salvación nacional. Además, si fueran realmente tales aliados, el líder tendría que negociar con ellos importantes decisiones, lo cual implicaría renunciar a la esencia de su concepción delegativa. Esto no quita que haya negociaciones en el congreso, pero ellas suelen ocurrir, directa o indirectamente, con los gobernadores, con quienes el presidente mal que le pese comparte su poder, sobre todo en países como Argentina, donde ya antes de la DD se había producido una marcada territorialización de la política. En estos casos los presidentes DD tienen que lidiar con nunca confiables señores territoriales. Ellos deben proveer votos en el congreso y en las elecciones, así como un control de sus territorios que, sin importarle demasiado al líder cómo, no genere crisis nacionales. Por supuesto los gobernadores (no pocos de ellos también delegativos, si no abiertamente autoritarios) pasan por esto facturas cuyo monto depende del cambiante poder del presidente; así se pone en recurrente y nunca finalmente resuelta cuestión la distribución de recursos entre el estado nacional y las provincias.
En cuanto al poder judicial (en el caso argentino, a contrapelo de buenas decisiones iniciales en la designación de miembros de la Suprema Corte y reducción de su número), se van apretando controles sobre temas tales como el presupuesto de esa institución y, crucialmente, las designaciones y promociones de jueces. Asimismo, con relación a las instituciones de accountability ya comenté que los líderes apuntan a capturarlas con leales seguidores, al tiempo que cercenan sus atribuciones y presupuestos. Todo esto ocurre con entera lógica: para esta concepción del poder político no es aceptable que existan interferencias a la libre voluntad del líder —claro que con ello se eliminan importantes características de la democracia representativa.
Las consideraciones precedentes nos han llevado del período inicial de bonanza y amplio apoyo con que cuentan inicialmente algunas DD, hacia el de su crisis y sus posibles consecuencias. Trato este tema en la sección siguiente.

V.CRISIS DE LAS DD Y LA PROPENSIÓN (Y RIESGO) DE DESLIZAMIENTOS.
Por momentos el líder delegativo par­ece todopoderoso, pero pronto choca con poderes económico y sociales con los que, ya que ha renunciado en casi todos los planos a tratamientos institucionalizados, se maneja con relaciones informales. Ellas se suman a la colonización de las agencias de accountability para producir una aguda falta de transparencia, recurrente discrecionalidad y abundantes sospechas de corrupción. Los líderes delegativos inicialmente exitosos generan importantes cambios, algunos de ellos de signo e impactos positivos. Pero por eso mismo van apareciendo nuevas demandas y expectativas, junto con el resurgimiento de antiguos problemas y la aparición de nuevos que al menos en parte suelen ser producto de los éxitos iniciales.
Al comienzo de su gestión los líderes DD suelen tener éxito disipando la crisis previa con medidas de emergencia, tal vez necesariamente abruptas e inconsultas en esas circunstancias; aunque, como han señalado autorizados economistas, esas medidas implicaban serias inconsistencia intertemporales que, tosudamente mantenidas, contribuyen grandemente a la futura crisis. Además, una vez que los peores aspectos de la crisis han pasado, aparecen viejos y nuevos problemas, casi siempre de resolución mucho más compleja que los anteriores. Esto requiere políticas estatales no menos complejas, no sólo para decidir esas políticas sino también para su exitosa implementación; para ello es importante contar con instancias de consulta e intermediación con diversas (y cambiantes según el tema en juego) instituciones políticas e intereses. Pero este camino se obstruye, en parte porque el presidente DD se ha encargado de corroer o desconocer esas instituciones, y en parte también por un conocido problema psicológico, ser víctima del propio éxito. El líder no logra distinguir caminos alternativos y se aferra a seguir haciendo lo mismo y de la misma manera que no hace mucho le funcionó razonablemente bien, reforzado por cortesanos que no atinan a detectar y menos proponer aquéllos caminos --estos presidentes mantienen tercamente su estilo de toma de decisiones. Este estilo abrupto e inconsulto frente a complejos problemas es casi garantía de comisión de gruesos errores. Junto con crecientes síntomas de crisis, esto suele producir una generalizada sensación de arbitrariedad e imprevisibilidad que la realimenta.
De esta manera, en su negativa a convocar auténticos aliados e interlocutores, el líder DD se va encerrando en un cada vez más estrecho grupo de colaboradores. A su vez, quienes en el estado y desde el llano apoyan desinteresadamente al líder dan señales de desconcierto y preocupación —comienzan a resentir que sólo se los convoque para aclamar sus decisiones. Es típico de estos casos que a períodos iniciales de alta popularidad suceden abruptas caídas de la misma y, con ello, una cascada de “deserciones” de quienes hasta hacía poco proclamaban lealtad al líder. Entonces los señores territoriales empiezan a tomar distancia del líder; por su parte, los partidos que creyeron ser aliados y descubren que sólo podían ser subordinados instrumentos, comienzan a recorrer un complicado camino de Damasco hacia otras latitudes políticas.
La crisis de la DD aparece entonces, en sí misma y en su generalizada percepción como tal, junto con tensiones de todo tipo. Para el análisis de este tema no se trata sólo de cualidades y defectos personales de los líderes DD; pero parte del problema es que ellos suelen estar persuadidos de sus atribuciones y misión. Además, cuando aparece la crisis de estos gobiernos, el país tropieza con debilidades institucionales que, como ya he comentado, el líder se ha ocupado en acentuar. Es entonces que el líder reprocha la “ingratitud” de quienes, luego de haberlo aplaudido durante el ápice de sus éxitos, ahora resienten la reemergencia de graves problemas y las maneras abruptas e inconsultas con que intenta encararlos (si no negarlos como malicioso invento de condenables intereses expresados en los nunca tan molestos medios de comunicación). A esta altura de los acontecimientos, otros líderes delegativos se encontraron huérfanos de todo apoyo organizado. En cambio, en Argentina el matrimonio presidencial tiene la ventaja de contar con parte del partido justicialista; pero, mostrando la raigambre de sus visiones, a éste lo manejan con la misma discrecionalidad que al gobierno.
Insisto que es típico que los líderes delegativos pasen bastante rápidamente de una alta popularidad a una generalizada impopularidad. La repetición de estos episodios no parece casual; obedece al despliegue de una manera de concebir y ejercer el poder que se niega a aceptar los mecanismos institucionales, los controles, los debates pluralistas y las alianzas políticas y sociales que son el corazón de una democracia representativa. Por el contrario, a medida que avanza la crisis, el líder apela al apoyo de los “leales” y arroja al campo del mal no ya sólo a los herejes de la causa nacional sino también a los “tibios”. El líder ya no vacila en proclamar que el principal contenido de toda la oposición es ser la anti-patria de las que nos quiere salvar. La imagen asustadora del retorno a la crisis de la que nació su gobierno --el caos-- aparece con más nitidez que nunca en su discurso. En cuanto a la oposición, al ritmo de una polarización que el líder inicialmente propulsó en su aparente beneficio e impulsa aún más vigorosamente cuando aparece la crisis, tiende a aglomerar, entre otros, a sectores sociales y actores políticos que aquél justificadamente criticó. Para la oposición de allí resultan incómodas compañías, intentos de diferenciación y apuestas en pro y en contra de la polarización que impulsa el líder delegativo.
A esta altura la tarea de salvación nacional se convierte, para estos líderes, en una verdadera gesta. Para ellos está en juego nada menos que el destino del país, amenazado por los poderes -–nacionales y externos-- que afirman crearon la crisis precedente y en caso de prevalecer harán retornar el país a algo parecido, o probablemente peor. A esta altura cabe preguntarse hasta qué grado este discurso de la gesta responde a convicción íntima del líder DD y su seguidores cercanos y/o es un recurso para aumentar apoyos y con ello acentuar la polarización ya iniciada; sospecho que hay ambos componentes. Entonces también surge un gran riesgo: en respuesta a la irritación que produce al líder la para él/ella injustificable aparición de esas oposiciones, le tienta amputar o acotar seriamente las libertades cuya vigencia mantienen la situación en la categoría de democrática--y, en el límite, ya en pleno territorio del autoritarismo, la supresión o completo control del poder legislativo y el judicial. Por cierto, la idea de gesta salvacionista invita a esas transgresiones, ya que su importancia hace palidecer los “detalles” y “formalidades” implicados por aquéllas libertades e instituciones. Que este riesgo no es baladí se muestra en el desemboque autoritario de Fujimori en Perú y de Putin en Rusia, y en el similar desemboque hacia el que hoy Chávez lleva a Venezuela. En este punto no parece haber límites propios a la a DD, sino los que pueden oponer la sociedad y algunos partidos. Ello a su vez depende del grado de organización, articulación, politización y convicciones democráticas de esos elementos. Felizmente la Argentina de hoy, en contraste con la de épocas pasadas y en buena medida como resultado de las lecciones duramente aprendidas entonces, tiene condiciones propicias para evitar un desenlace plenamente autoritario; pero no es ocioso recordar que la democracia también puede morir lentamente, no ya por abruptos golpes militares sino mediante una sucesión de medidas poco espectaculares pero acumulativamente letales.
Esto se relaciona con otro tema, que también deriva rigurosamente de la lógica delegativa. En ella las elecciones no son el episodio normal de una democracia representativa, en las que se juegan cambios de rumbo pero no la suerte de gestas de salvación nacional, y en las que siempre queda la posibilidad de volver al gobierno mediante futuras elecciones. En cambio, para el líder delegativo hasta las elecciones parlamentarias adquieren gran dramatismo: de su resultado cree que depende impedir el surgimiento de poderes que abortarían esa gesta y devolverían el país a la crisis precedente y, con ella, a su subyugación a los peores intereses. Hay que jugar todo contra esta posibilidad porque, para esta concepción, todo está realmente en juego. Es importante entender que estos argumentos no son sólo recursos electorales, desgraciadamente todo indica que expresan auténticos sentimientos.
En el transcurso de su crisis, cuando acentúa su discurso polarizante y amedrentador, esta manera de ejercer el poder recibe apoyos cada vez más escasos y endebles, al tiempo que acumula enojos de los poderes e instituciones, políticos y sociales, que ha ido agrediendo, despreciando y/o intentando someter. El período de crisis de las democracias delegativas es de creciente aceleración y dramatismo de los tiempos de la política; no deja de ser paradójico, aunque entendible dentro de esta concepción, que sea el líder delegativo quien más contribuye a esa aceleración—como todo le parece en juego, casi todo pasa a ser permitido.
A esta altura, aumenta la hostilidad hacia las instituciones de accountability que han logrado conservar algún grado de autonomía, así como las consiguientes presiones para que se alineen con las posiciones oficiales, o al menos no las entorpezcan. Por la misma razón, recrudece la hostilidad contra los medios de comunicación, mensajeros de malas noticias y “mentiras malintencionadas”, que deben ser acallados, o por lo menos, descalificados frente a la opinión pública; esto afecta uno de los derechos fundamentales de la democracia, el acceso libre a información libre tanto durante como entre elecciones.
Las DD en crisis no quieren verse en los espejos que se le proyectan desde diversos ámbitos de la sociedad; cuánto éxito tienen en romperlos es la gran cuestión que se abre en estas coyunturas.


[1][1] Novos Estudos CEBRAP (1991) 31: 25‑40. Las primeras ediciones en castellano e inglés fueron, respectivamente, Cuadernos del CLAEH (1992) 17(61): 9-19 y Journal of Democracy (1994) 5(1): 55-69.
[2] Para no extenderme aquí, para este concepto sugiero ver los capítulos I, II y III de mi Disonancias. Críticas Democráticas a la Democracia (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2007).
[3] Aunque solo se refiere indirectamente al tema de la DD, creo significativo que son estos tres países, precisamente, los que no han caído en la trampa de autorizar reelecciones presidenciales consecutivas, claro vehículo de DDs y autoritarismos.









viernes, 2 de marzo de 2012

Ferrocarriles. Una opinión

Entrevista a Juan Carlos Cena
Nacionalizar el ferrocarril es un acto de soberanía
Fecha: 29/02/2012
Conversamos con Juan Carlos Cena, ferroviario e historiador de los ferrocarriles, fundador del Movimiento Nacional para la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos y del Instituto Nacional de Estudios Ferroviarios.
—¿Cuál es su primera impresión sobre lo ocurrido en la estación de Once?
–Lo primero que debo decir es que esto que ocurrió en Once es más que una desgracia anunciada. Por lo tanto, puedo inferir que si una tragedia es anunciada y no se toman medidas precautorias, ésta se convierte en un crimen. Lo que sucedió es la pintura más desgraciada del colapso de los ferrocarriles. Venimos haciendo denuncias desde 2005 de las anomalías y la falta de control en las concesiones, ya sea a la CNRT, al ombudsman, a todo el mundo sobre lo que estaba pasando con el ferrocarril. La realidad nos demostraba que este ferrocarril colapsaba, cada día era peor, que los concesionarios se habían cartelizado primero y que luego habían formado un trust con el propio Estado a través de Ugofe (Unidad de Gestión Operativa de Ferrocarriles), asociación entre el Estado y los concesionarios. Era una manera de raptar al Estado asociándolo, para apropiarse de todos los servicios ferroviarios concesionados.
Digo concesionados porque no son privatizados. Los ferrocarriles privados fueron en tiempos de los ingleses porque eran dueños de la infraestructura. Estas son concesiones que le dio el Estado a un privado, es decir, les alquiló la infraestructura ferroviaria. Por ese alquiler deberían pagar un canon, pero al contrario, no lo pagan, el Estado les da un subsidio: es como un alquiler al revés. Ese es el gran negocio. Todo amparado en la legislación de los tiempos menemistas, nunca modificada.
Reiteramos con insistencia: nunca hubo control por parte del Estado de ningún tipo. Los empresarios empezaron a acumular dinero, en este caso Cirigliano agrandó su patrimonio. Cirigilano viene de la industria del transporte automotor, con Cometrans que fue su primera empresa, después con Plaza que se transformó en el Grupo Plaza. Tiene además varios emprendimientos ferroviarios –en el último tiempo con Jaime–, le dieron Ferrocentral, el tren que va a Tucumán y a Córdoba, el que va a Uruguay (ahora los uruguayos no lo dejan entrar más), y le otorgaron un montón de emprendimientos más. En su empresa Emfer (Emprendimientos Ferroviarios) es donde hacen la reparación de los coches quemados y construyen los coches doble piso, donde el Estado tiene que pagar esos coches a precios siderales. ¿Por qué paga el Estado? Porque la infraestructura es del Estado, la repara Cirigliano. O sea, todas las reparaciones las hacen empresas que están al costado y que son de su propiedad, que multiplican el precio de reparación y la calidad no es la óptima. Repito, lo paga el Estado sin inmutarse.
Todo este estado calamitoso venía por la depredación permanente al ferrocarril: la falta de mantenimiento preventivo en su material rodante, remolcado, vías, cambios, señales entre otros. Lo dijimos permanentemente. Al final, vino lo alertado: el Cromañón ferroviario. Uno los va denunciando, una y otra vez, y lo que vino son víctimas e incendios… Esto que ocurrió en Once no es una tragedia, es un asesinato y hay culpables.
El principal culpable es el Estado administrado por este gobierno y los anteriores, que no controlaron debidamente estas empresas a través de la CNRT y su órgano de aplicación que es la Gerencia de Concesionarias Ferroviarias. Estos organismos de control no hicieron absolutamente nada, solo simulación, es decir, hicieron lo que se les dio la gana. Estos concesionarios no sólo lo destrozaron al ferrocarril sino que lo vaciaron.
Hoy es la muestra desgraciada. Historia repetida, pero más grande, que terminó el otro día con un miércoles de cenizas. El gobierno no ha hecho absolutamente nada, las declaraciones que ha realizado son banales. Ni siquiera vale la pena criticarlo al secretario de Transporte, ni las justificaciones de De Vido, para arriba solo silencio.
—¿Cuáles son las medidas que deberían tomarse para un óptimo funcionamiento de los ferrocarriles?
–Nosotros creemos que al ferrocarril hay que recuperarlo, que tiene que volver a ser estatal como en todas las partes del mundo. El ferrocarril es un bien nacional y por ser un bien nacional, su recuperación es una cuestión nacional como lo es el petróleo, la minería, etc. El gobierno tiene que recuperar de nuevo la empresa ferroviaria. Es una decisión política que vuelva al Estado.
En la recuperación tienen que participar los trabajadores, no como controladores, sino seríamos como réferis, como reconstructores co- gestionando integralmente la recuperación.
Acá hay que intervenir a todas las empresas, hacer una auditoria técnica contable y operativa, para ver qué nos dejaron, tener el inventario de adjudicación en la mano. Ver qué les dimos y qué nos dejaron y cómo aplicaron los subsidios. A partir de ahí, ver el estado de situación en que quedaron los ferrocarriles y volverlos a reconstruir.
—Usted afirma que nacionalizar el ferrocarril es un acto de soberanía…
–El ferrocarril en todas las partes del mundo es administrado por el Estado. La presencia del ferrocarril en toda la geografía afirma la soberanía territorial. Es la soberanía que ejerce el transporte sobre el territorio, es muy importante.
Reconstruir los ferrocarriles es reconstruir a la nación. No hay reconstrucción nacional posible sin la fuerte presencia del ferrocarril, para que integre de nuevo el país, que beneficie a las economías regionales, que restablezca la conexión perdida entre pueblos y regiones, y para que en todos los pueblos abandonados retorne la vida.
Porque para hacer posible la recuperación de los ferrocarriles para la nación, lo nacional debe unirse a lo popular y lo democrático. Y lo popular y democrático no puede realizarse sin la independencia nacional.
Por otro lado el transporte ferroviario influía cuando era estatal, en un 11% del PBI. Es el transporte más barato, más seguro, el que consume menos combustible, provoca menos accidentes, genera menos polución. Cada tren de carga significa 50, 60 camiones, lo que es un abaratamiento enorme. La ecuación fundamental que se debe tener en cuenta es que la mercancía no cobra valor si no interviene el transporte, si no es mercancía estacionada, que tiene un valor sólo de producción. Sólo el transporte la acarrea a la cadena comercial y ese plus del acarreo debe ser barato y seguro. Por ese plus el Estado debe velar. El transporte más barato es la flota fluvial y la ferroviaria.
Acá en la Argentina todo está distorsionado. En los países capitalistas centrales han preferido el modo ferroviario y no el del camión.
Además acá hace falta una legislación. Una ley nacional de transporte como la tienen todos los países. Que regule y ordene el transporte nacional. El ferrocarril no tiene que ser competitivo con el transporte automotor sino que ambos tienen que ser complementarios. El sistema nacional de transporte es como el sistema de irrigación sanguínea: todos los vasos, venas, arterias se comunican, todos son complementarios, cualquiera de ellos que se cercene provoca un trastorno en el metabolismo.
Acá se cercenó al ferrocarril y trajo como consecuencia de esa alteración que hemos pasado de la accidentología a la siniestralidad con casi 22 muertes diarias; 1.200 pueblos fantasmas, sólo en la provincia de Buenos Aires hay 236.
Decimos que el ferrocarril es parte de la soberanía nacional. Veamos, es inimaginable que en Europa o los países centrales, por ejemplo, entre a Francia un tren español o de otro país y viceversa. Acá han entrado América Latina Logística (brasileros que tienen concesionados los ferrocarriles Urquiza, San Martín), Camargo Correa otra multinacional brasilera, concesiona el F.C. Roca, que abarca toda la Pampa húmeda bonaerense. ¿Qué podemos comentar? Que sobre nuestras infraestructuras recorren y recogen nuestros productos por nuestra geografía sin control.
Los brasileños, además, están transportando su mercancía y la están sacando al Pacífico por nuestra infraestructura, son dueños absolutos porque el sistema concesionarista así se los otorga de acuerdo a la Ley Dromi y sus decretos. A ningún país, salvo acá, se le ocurre entregar a una empresa trasnacional que te atraviese el territorio por arriba.
—¿Cómo afectó la privatización del ferrocarril?
–En el interior del país han dejado de circular los trenes de pasajeros, se ha favorecido el transporte automotor. El 89% de los pasajeros transita por las rutas, el 90% de las cargas son en camiones, y ha crecido enormemente la cantidad de accidentes por la cantidad de rutas. Ya dije que tenemos más o menos 22 muertes diarias, y 2 muertes y media en el ferrocarril. Hay que contabilizar que han cerrado 37 talleres, se cerró la industria ferroviaria, se cerraron plantas de llantas y ejes en Córdoba, en La Plata la planta de reparación de rieles donde se rectificaban y renovaban los rieles, cambios y agujas. Se cerró el Tren Laminador de Rieles en Somisa. Es decir, se ha destrozado una empresa nacional donde trabajaban 220.000 personas en tiempos de auge en 1950, éramos ejemplo del mundo, con 47 mil kilómetros. Actualmente el tren circula por 9 mil kilómetros en las zonas suburbanas. El presupuesto de esas zonas suburbanas es tres veces mayor que el que tenía el ferrocarril cuando andaba por todo el territorio nacional. Le están dando a las concesionarias subsidios de casi 10 millones de pesos diarios: tres veces más de lo que decía Alsogaray, que era 1 millón de dólares diarios.
Entonces, esto más que una distorsión es una estafa absoluta al pueblo argentino, es una burla decir desde los atriles que vamos a recuperar el ferrocarril y vemos que cada vez le dan más subsidios a estos empresarios que han raptado al Estado y lo tienen amarrado.
En el camino de las concesiones, fueron expulsados 85 mil compañeros, se transformaron en desparecidos sociales. De ellos 6 mil eran personal técnico altamente capacitado. Muchos eran reconocidos en el mundo por su idoneidad, como el ingeniero Repetto, Porta, Wilke, Fernández. Se perdió el conocimiento acumulado de los ferroviarios, las escuelas de capacitación se cerraron.
El ferrocarril fue el que primero lleva el teléfono al territorio nacional por una necesidad técnica, después se acopla el vagón postal, el correo, y las estafetas en las estaciones, integró las economías regionales y sus industrias. El ferrocarril fue un servicio público que benefició al pueblo con sus trenes sanitarios, aguateros, las campañas (ejemplo, contra la langosta, contra las pestes, contra el mal de Chagas). Teníamos 83 hospitales que fueron cerrados, atendían a la población rural porque la capacidad instalada de esos centros sanitarios sobraba, y los habitantes del lugar se asociaban a la cooperativa del Policlínico y te atendían como si fueses ferroviario. La Sociedad de Socorros Mutuos del Ferrocarril Belgrano era inmensa, abarcaba a todo el país, y Mosconi la copió y la llevó al Ejército, porque era ideal desde el punto de vista de la salud.
Yo creo que el desastre con respecto al ferrocarril es muy grave. Nosotros planteamos que hay que recuperar el ferrocarril. Para recuperarlo, este gobierno tiene que diseñar una política de transporte que le convenga a la nación, no a los intereses privados. Pasarlo a manos del Estado. Los funcionarios que administren el ferrocarril que sean personas idóneas que tengan conocimiento, honestos. Estos deberán ser nombrados por el parlamento, y luego controlados. Hay que terminar con que el ferrocarril es una agencia de colocaciones para los punteros políticos.
El ferrocarril ha sido desintegrado. No cumple más una función social. La desconexión territorial es brutal. El ferrocarril aquel ya no transporta todo, el actual concesionado transporta lo que les conviene.
El Sistema Integrado de Transporte Ferroviario, Industrias y Comunicaciones es el único sistema generador de fuentes de trabajo, del restablecimiento de las conexiones entre poblaciones y el único que les puede dar vida nuevamente a las regiones carentes de aguas, pastura y centro de salud, como lo hizo antes, cuando era deficitario. Todo el mundo habla del Producto Bruto Interno, alguien se preguntó ¿cuál es el Déficit Bruto Interno?
Repito: no apreciamos en ninguna ponencia, proyecto, plan o cosa parecida ni en la campaña electoral, una campaña de la nada, que tomara en cuenta que el ferrocarril es una herramienta estratégica de cualquier gobierno que incide en el desarrollo social, económico y geopolítico de la Nación, y que ese rol trascendente desaparecerá en manos privadas con su lógico fin de lucro.
Y reitero, el ferrocarril no es una agencia de colocaciones. Para que vuelva a ser un ferrocarril como el que fue, mejor y superador en el tiempo tiene que estar en manos del personal técnico especializado que aún está y que jubilados y todo, se les pega un pitazo y vienen a reconstruirlo.
Porque en los países coloniales, dominados o dependientes, la cuestión nacional es el primer eslabón de la lucha transformadora para construir un país libre, digno y soberano, que merezca ser vivido.

martes, 7 de febrero de 2012

Las Malvinas

Sobre la islas Malvinas tengo mi posición tomada desde el colegio primario (hace 60 años) donde me enseñaron que era un territorio argentino usurpado por la fuerza por el Reino Unido. Luego con los años y viendo el proceder mundial de los ingleses me convencí de esa realidad. No estuve a favor de la guerra lo que me costó más de un contratiempo al enfrentarme a la ignorancia de muchos que creían que se le podía ganar un conflicto armado a los "genios" de la guerra.
Dicho ésto, agrego que comparto las acciones emprendidas por el gobierno actual en este tema, no se y no creo que ayude mucho para la recuperación de nuestro territorio, pero es indudable que sin una ponencia fuerte y decidida en el plano diplomático, nunca nos tomarán en cuenta.
El gobierno es posible (conociendo el paño) que trate de utilizar el conflicto para tapar los problemas internos que nos aquejan, pero eso no desmerece el hecho en sí y no nos debería importar los motivos subyacentes.
Creo que cuando algo que creemos se hace bien, lo haga quien lo haga, debemos acompañarlo. Al menos esto es pacífico y se maneja dentro de la vía diplomática no como cuando la mayoría salió a aplaudir a Galtieri apoyando una guerra irresponsable e insensata.