jueves, 24 de febrero de 2011

Las Drogas Adictivas y la Sociedad

La drogadependencia se ha convertido en una epidemia que ataca principalmente a los niños y adolescentes, el poco interés puesto de manifiesto por las autoridades, la resignación de la sociedad y la libre disponibilidad de las sustancias, constituyen la base de este flagelo.
Distintas y variadas situaciones conflictivas, principalmente en la franja juvenil, colocan a la sociedad en una situación de desconcierto y confusión.
La preocupación por estos hechos no es suficiente, hay que ocuparse y emprender una lucha cotidiana atacando, cada individuo desde su lugar, este mal que ataca cada vez con mayor virulencia a nuestra sociedad.
En general hemos rehuido enfrentar el problema de las drogas y de sus consecuencias. Las causas han sido múltiples, pero a la postre ha triunfado la aceptación social del consumo de drogas, como algo que está y es irreversible.
La canalización de los daños físicos, mentales, sociales y culturales que genera el uso indebido de drogas y alcohol. Donde se acepta socialmente, aumenta el consumo. La aceptación social es un proceso cultural que genera la insensibilización, la apatía y la indiferencia ante este problema.
Se confunde la cafeína con marihuana. Se promueve el uso recreativo de las drogas. Se aplaude la alcoholización festiva. Se minimiza la educación preventiva y toda acción social en el tema de drogas y alcoholismo, y es editorializada como represiva. Se silencian las consecuencias del uso de drogas (muertes por sobredosis, violencia, asesinatos entre bandas en las discos, accidentes de tránsito y otros) o se cuenta la mitad de la historia no viendo el abuso de alcohol y drogas como uno de los ingredientes esenciales.
Padres, profesores y maestros observan anestesiados el deterioro de amplias franjas de la población, especialmente jóvenes. Muchos no se alarman cuando aumenta el Sida (en nuestro país el 50% de estos enfermos es adicto), los delitos contra la propiedad y las personas (el 80% de los detenidos ha sido consumidor o consume drogas), el incremento de las enfermedades mentales, el aumento de la accidentología vial y en los lugares de ocio nocturno. La aceptación y la tolerancia social generan una sociedad ciega y anómica ante esta problemática.
Para que todo esto exista hace falta un alto grado de inmovilización de la comunidad. Escuelas, medios de comunicación, organizaciones de familias, iglesias, partidos políticos, gremios y organizaciones empresariales parecen estar ausentes ante la gravedad de la situación.
Lo cierto es que esta aceptación social formó en nuestro país las bases de una epidemia que, en algunos sectores críticos como barrios carecientes, sectores opulentos pero sin contención efectiva, ya es una pandemia. La diferencia entre uno y otro fenómeno sanitario está dada por hechos cuantitativos y cualitativos (trastornos por desmembramiento familiar y de las redes de contención social).
La epidemia se da por la aceptación social, más la libre disponibilidad y a los derivados de la eclosión de vulnerabilidades (individuales, familiares y sociales).
Entre estas vulnerabilidades podemos señalar hoy en la Argentina, la caída de los niveles de escolarización en amplios sectores (retraso, abandono escolar), el desmembramiento de la familia debido a factores culturales y económicos como los cambios de la composición y organización familiar (familias monoparentales en crisis, familias recompuestas con abandono paterno de los hijos), la crisis socio-económica que impide la inclusión de miles de jóvenes y por último la profunda crisis de valores que padece nuestra sociedad; éstos perecen ser los elementos más notorios.
En la epidemia y en la pandemia los sectores más vulnerables esta profundamente vinculado a la edad de la consolidación de la identidad (niñez y adolescencia). El 60% de los menores abusa del alcohol los fines de semana, la media nacional en esta franja de edad en el consumo de marihuana se halla en el 20%.
No olvidemos que algunos estudios científicos nos muestran que un adolescente frecuente consumidor de marihuana tiene siete veces más posibilidades de desarrollar una psicosis esquizofrénica (esta enfermedad se distribuye en 1% en la población general y sube al 8% en los que han consumido con frecuencia esta droga).
Hoy, la drogadependencia en amplios sectores juveniles (aceptación social y libre disponibilidad) es ya un estilo de vida.
El consumo se inicia, por lo general, en los circuitos marginales y periféricos de la sociedad, luego ataca a poblaciones juveniles vulnerables por conflictos emocionales o familiares y, finalmente, se transforma en un estilo de vida.
Así suben todas las patologías sociales; delito, prostitución infantojuvenil, enfermedades mentales e infectocontagiosas y aumento de la mortalidad juvenil.
Muchos niños y jóvenes de bajos recursos comienzan su experiencia en las drogas con los pegamentos, aspirando desde unas bolsitas dicho elemento o consumiendo el denominado “paco”, que no es otra cosa que el desecho de las cocinas de cocaína. Esta práctica prolongada produce la destrucción de las neuronas, provocando en el niño o adolescente incapacidad de comprender, de aprender y hasta la muerte.
Debemos prevenir este mal y para ello debemos distinguir entre oferta y consumo. La oferta debe ser controlada por las fuerzas de seguridad y el aparato judicial a quienes les debemos exigir que se ocupen seriamente del problema. El consumo debe quedar en manos de la sociedad en su conjunto mediante una educación que desarrolle tres niveles: prevención primaria, que potencie la promoción de la salud; secundaria, que permita la detección precoz; y la terciaria, creando sistemas adecuados de rehabilitación. Un error muy común, es tratar estos temas desde la justicia penal, cuando en realidad es un problema de salud pública.
Prevenir es fundamental, en esta tarea es muy importante la participación de la familia. Los padres deben contener a sus hijos menores, apoyándolos en todas sus cuestiones, lo que a los mayores nos puede parecer algo intrascendente para el niño o el adolescente puede ser muy importante. Deben vigilar el comportamiento de sus hijos, controlar las amistades de estos, saber adonde van y que hacen. Desde muy pequeños los niños deben ser contenidos por sus padres mediante reglas claras de conducta y sobre todo mucho amor. La comunicación entre los miembros de la familia es muy importante, se debe escuchar siempre con atención los problemas cotidianos de los hijos, aconsejar en consecuencia y de acuerdo a la gravedad del hecho. Cualquier cambio de conducta experimentada por el menor puede ser un alerta del consumo de alcohol o de estupefacientes.
Ante la mínima sospecha de que el niño o el adolescente pueda estar ante un problema de consumo de drogas, se debe consultar con especialistas sobre el tema y no avergonzarse de hacerlo. Se debe pensar que no por ser nuestro hijo esta exento de los peligros que acechan a todos.

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