Todos las agrupaciones o revueltos políticos dicen “somos lo nuevo, la nueva política”, somos “el cambio”, Kirchner prometió el cambio, Carrió también, De Narváez lo hace hoy y muchos otros prometen lo nuevo. Pero ¿Qué es lo nuevo? Todos, casi sin excepción, son rejuntes armados entre dirigentes portadores de un sello, algunos tienen ideas similares y se unen, otros no son ni parecidos pero los liga un cartel personal, que con mucho dinero y la ayuda inestimable de los medios de comunicación se proyectan interesantes.
De todo este berenjenal las dos personalidades destacables del momento (para mi gusto) son Martín Sabbatella y Pino Solanas. El primero porque tiene una trayectoria administrativa que se puede considerar como distinta a lo tradicional, pero quedó engrampado en el armado de su partido el cual no tiene nada de novedoso y en ese sentido es más de lo mismo. El segundo por su perseverancia y coherencia con sus postulados en defensa de los vienes no renovables, el medioambiente y los Derechos Humanos, pero también su armado radica en personalismos.
La falta de partidos políticos organizados y la poca o nula participación ciudadana, lleva a este tipo de candidaturas, basadas casi exclusivamente en la trayectoria personal y en los medios de comunicación, pero que está muy lejos de la democracia que muchos añoramos. No se puede pedir democracia a quienes no la han practicado en sus partidos.
En el esquema actual, es mucho más cómodo no armar estructuras que puedan condicionar las políticas del “elegido”, liberando a éste de ataduras que no le permitirían el libre albedrío. De esta manera ellos ordenan, los compañeros del círculo íntimo acatan y cumplen la tarea sin chistar.
Nosotros por el contrario, los que conformamos esta coalición (Pacto Solidario) en la que se integraron, el Grupo Mar del Plata por la Igualdad, partido Socialista Auténtico, PaSo y el Grupo Encuentro Mar del Plata, somos parte de lo viejo, nos manejamos consultando a nuestras bases y defendemos las viejas ideas de Don Alfredo Palacios. Queremos una ciudad integrada, donde cada peso que entre se distribuya lo más equitativamente posible y no como es hoy que la ciudad es gobernada por dos o tres señores, que con sus negocios manejan el destino de 700 mil habitantes.
No es mucho lo que podremos lograr desde una concejalía, pero al menos podremos concienciar, desde esa tribuna a la sociedad, que se puede y se debe exigir otra forma de reparto, donde los que más tiene contribuyan más y no como hoy que en la mayoría de los casos están exentos o tienen concesiones a costos ridículos.
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