Hay honrosas excepciones, como es el de las elecciones internas hechas por el FAP marplatense y UNEN en Capital Federal.
Esto mucho más se complica cuando de las más altas esferas del gobierno se advierte que si pierden la elección legislativa y no conservan la mayoría parlamentaria se atenta contra la democracia.
Esto es una barbaridad.
La democracia no debería ser una enunciación vacía, debería ser una práctica común y constante de todos y cada uno de los ciudadanos del país.
En un gobierno elegido en elecciones libres que se diga que el Congreso puede ser un impedimento para gobernar, es darles la razón a los gobiernos dictatoriales o de facto.
Si para realizar un buen gobierno se necesita un Congreso adicto ¿para qué sirve? ¿Para escribanía del Poder Ejecutivo?
Para eso que reformen
La mayoría de nuestros políticos han perdido el rumbo, se creen los dueños de nuestras vidas y nuestros bienes. Se dirigen al ciudadano como si le estuvieran hablando a enfermos mentales. Mienten descaradamente.
La palabra de un político vale menos que nada, ayer era liberal, hoy es de izquierda y mañana no se puede saber que será, pero lo que es seguro que siempre estará entre los que viven de nosotros y muy lejos… muy lejos del trabajo real.
Se postulan para cargos que luego de elegidos no cumplen o no piensan cumplir. Gobernadores que se postulan para diputados, intendentes para concejales, pero que anticipan que seguirán en sus cargos sin asumir para lo que se hacen votar.
Otros que han asumido cargos para los que fueron votados hacen tan solo un año y medio, renuncian para postularse a otro cargo por cuatro años el que tampoco finalizarán.
Ahora votamos legisladores. Votamos hombres y mujeres por su cara, si habla bien o si nos agradó cuando estuvo en televisión ¿y las propuestas?... Bien gracias.
¿Será que nos tenemos que resignar a este sistema? ¿O será como dicen algunos que todo explotará?
Si todo explota, si tenemos suerte, tal vez la explosión haga desaparecer a todos estos mantenidos y surja de los escombros los brotes de una nueva política o, mejor dicho, el embrión de nuevos políticos, que nos encaminen positivamente a una real y verdadera democracia, donde surjan autoridades elegidas por las bases de una sociedad comprometida y con amplia participación.
De lo único que tenemos que alegrarnos es que por más desaguisados que cometan nuestros políticos, nunca más nadie golpeará las puertas de los cuarteles para hacer el cambio y los que aún piensan en eso, son una minúscula minoría repudiada por todos los argentinos bien nacidos.
El cambio se tendrá que ir operando poco a poco y desde las urnas.